Con motivo de la creciente globalización de los mercados nacionales, la mayoría de los países que conforman la comunidad internacional han detectado la conveniencia, y hasta cierto punto la necesidad, de adaptar sus legislaciones internas y reformar sus políticas y modelos económicos, a fin de poder participar activamente dentro de este nuevo contexto para hacer negocios dentro de un marco económico de apertura hacia el resto del mundo. En este sentido, México no ha sido la excepción. Desde su adhesión al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) en 1986, y su posterior inclusión en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte(TLCAN) en 1994, nuestro país ha tomado firmemente el rumbo de la apertura económica y de liberalización de mercados, adecuando para ello una gran parte de su legislación interna, lo cual, aunado a la acelerada tendencia de las empresas mexicanas a modernizarse y ser más competitivas, ha propiciado la proliferación de nuevas y muy variadas oportunidades para que los inversionistas extranjeros establezcan negocios en México. Al igual que el resto de los países que integran la comunidad económica mundial, nuestro país tiene la evidente necesidad de recibir inversión extranjera dentro de su territorio nacional,con la cual pueda fortalecer su economía interna.