El autismo generalmente se presenta en la infancia, y algunas veces desde el nacimiento, pero se logra apreciar hasta los tres primeros años de vida, cuando el niño debe de comenzar a hablar, o a relacionarse. Es una incapacidad severa y para toda la vida; se identifica por deficiencia en las habilidades de la comunicación y del lenguaje, rituales compulsivos, continua resistencia al cambio, preferencia a jugar con un determinado objeto o estimular su cuerpo. Presenta una falta de relaciones y de actividades de juego. Todo esto trae como consecuencia un trastorno en las relaciones sociales y con su medio ambiente. Probablemente sea el resultado de un daño neuronal que afectan las funciones del cerebro, puede ocurrir con otros desórdenes, que también afectan el funcionamiento del cerebro tales como: infecciones virales y epilepsia entre otras. El lenguaje sin duda es uno de los problemas más severos del síndrome. A los padres de niños autistas se les brinda escasa información médica, poco consuelo y esperanza. Se envía al niño a su hogar. Cuando piden información parece no existir, así es como comienza los largos años de confusión, temor, autocompasión y de culparse a sí mismos. La espera, los test, los diagnósticos y re-diagnósticos constantes, la falta de información, las presiones sin posibilidades de alivio; los problemas familiares que afectan constantemente, la inseguridad y la impotencia al observar que su hijo a quien aman se aparta cada vez más del mundo ""normal"" que ellos desean brindarle. Todo esto es el proceso al que se tienen que enfrentar los padres de un niño autista.